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Los antiguos pobladores del mundo andino, es decir, los pueblos indígenas originarios, concibieron a la Tierra como Madre (Pachamama en idioma kichwa), pues consideraban que ésta les había provisto de todas las cosas necesarias para vivir. Por ello, la trataron con respeto y honor, aceptando la íntima relación con todas las criaturas que en ella existían, fundiéndose en unidad con el cosmos.


Las diferentes generaciones fueron instruídas en guardar un gran respeto sobre todas las cosas vivientes de la Tierra, pues su bienestar dependía de un armonioso equilibrio entre los seres humanos y los otros seres del planeta. Eso significaba esforzarse en cuidar la tierra, el agua, las plantas y los animales, pues todas las cosas de la Madre Tierra tenían espíritu y estaban intrínsecamente relacionadas.

Así, el ser humano adquirió una responsabilidad espiritual específica como guardián de la Tierra. Por esa razón, su cultura se basó en las enseñanzas de la Pachamama, por lo que la práctica espiritual era su modo de vida, es decir, inseparable de su día a día.

Además de la comunión entre ser humano y naturaleza, también tuvieron una estrecha relación con los antepasados y los dioses. Por ello concibieron la existencia de tres mundos: el exterior o celestial, de los astros; el interior, del inframundo o mundo de las profundidades; y el terrestre, que separaba y conectaba ambos planos. En los tres mundos se encontraban las deidades, las cuales también tenían espíritu.

Así, la comunidad de los vivos dependía de la bondad de los difuntos -especialmente de aquellos que eran considerados ancestros debido a su calidad de jefes de linajes con mucho prestigio-, de las deidades y de otros espíritus poderosos.

Para comunicarse con ellos rindieron culto a volcanes, montañas, cerros, ríos, cuevas, cascadas o lugares especiales donde el agua sale de la roca (vertientes o pugyukuna) pues estos sitios constituyen «puertas» que permiten la comunicación, desde donde se puede envíar y recibir mensajes de los espíritus.

Con este propósito también elaboraron una serie de objetos extraordinarios, manufacturados en materiales cargados de espiritualidad y poder simbólico. Los objetos son todo lo que queda del pensamiento antiguo; son evidencias de ritos, reuniones, fiestas, funerales, mitos. Fueron utilizados en eventos ricos en simbolismo, que eran acompañados de canto y música. (Stothert, 2006)

FUENTE: Ecuador, Hitos de su pasado precolombino.  Santiago Ontaneda Luciano. p 21.