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Por : Guadalupe Rodríguez (Directiva de Salva la Selva)

El Parque Yasuní en la amazonía ecuatoriana es uno de los lugares más biodiversos del mundo. El presidente ecuatoriano Rafael Correa recientemente decidió por decreto realizar la explotación petrolera en el último de sus rincones. La cruda realidad es que ha dado un paso más hacia la destrucción de la Amazonía, proceso ya en marcha desde todos los frentes. 


De hecho, dentro del Yasuní se encuentran tres bloques petroleros, el Bloque 16, el Bloque 31 y el conocido como Bloque ITT (por Ishpingo, Tambococha y Tiputini). En este último se localiza la conocida como Iniciativa Yasuni. 

La Iniciativa Yasuni al tacho

 En 2008 el presidente ecuatoriano Rafael Correa lanzó al mundo durante una asamblea de la ONU la propuesta de dejar el petróleo del Bloque ITT bajo tierra para evitar tanto la destrucción de esta parte de la selva, como la contaminación y la emisión de 407 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. 

Desde 2010, la producción de petróleo del país es de 500.000 barriles diarios. Ya que el petróleo es la segunda fuente de ingresos del estado, Ecuador pedía al mundo, a cambio de dejar el petróleo bajo tierra y dejar así este área ‘intocada’, una compensación de 3.600 millones de dólares que cualquier gobierno, institución o persona podía ayudar a reunir. Se daba para ello un período de 12 años. 

Este dinero compensaría al estado ecuatoriano por la pérdida que supondría dejar de explotar el petróleo existente bajo parte del Parque Nacional Yasuní -un 10% de su superficie total del parque.

 La Iniciativa Yasuní fue vista como única en el mundo, vanguardista, visionaria, innovadora. Aunque se queda corta en la medida de que los otros dos bloques dentro del Parque Nacional ya están siendo explotados. De hecho, ambientalistas ecuatorianos han sido incansables en denunciar que “todo el Yasuni está destruido y el ITT es sólo una esquina del mismo”. Y a pesar de todo, el presidente Correa salió ayer a decir que “el mundo nos ha fallado”, argumento esgrimido para dar el paso definitivo hacia la destrucción de lo poco del Yasuní que quedaba a salvo.

 La Constitución prohíbe la extracción de petróleo en áreas protegidas, pero -cosas de la política- en casos de ‘interés nacional’ el presidente lo puede llegar a autorizar. Y la Asamblea Nacional (parlamento ecuatoriano) cuenta con mayoría oficialista. Así pues el presidente Correa puede cruzar la frágil línea que separa el Yasuní de su destrucción total. 

Aunque Correa ha recorrido el mundo publicitando su vertiente ecológica y ha usado el nombre del Yasuni hasta la saciedad -a pesar de que la iniciativa se limitaba a una pequeña porción de un 10% del parque-, quienes le observan de cerca dicen que a él nunca le ha gustado la iniciativa. 

Originalmente surgió como una propuesta netamente ecologista y fue posteriormente adoptada por el gobierno de Correa cuando este asumió por primera vez la presidencia. Y de hecho, es un secreto a voces que los preparativos para comenzar con la explotación petrolera se vienen avanzando desde hace meses. 

Pedir dinero por millones para no explotar el Yasuni, porque así se preservaría su riqueza, y ahora decir que es posible explotarlo sin dañarlo encierra una contradicción -y una desfachatez- inmensas. Por un lado, la explotación petrolera en la selva es algo enormemente destructivo y peligroso tanto para la naturaleza como para las comunidades humanas que habitan el área. Y por el otro, tampoco es de recibo culpar a otros países de la destrucción.

 Que estos países ya destruyeran lo suyo, y que hayan basado su crecimiento y riqueza en buena parte la destrucción de su naturaleza -como repite el presidente ecuatoriano- y en la explotación de otros países no significa que el modelo sea exportable. 

Si Correa quisiera proteger este área tendría que continuar trabajando incansablemente en este sentido. Pero en lugar de apostar por otro modo de desarrollo, su gobierno apuesta por la nacionalización de los recursos naturales y su extracción según la misma lógica. 

A pesar de su supuesta condición progresista y de izquierdas, la realidad es que el modelo de desarrollo económico por el que ha apostado el gobierno del presidente Correa es asombrosamente coincidente en algunos aspectos con las políticas neoliberales. Aunque es para financiar programas y subsidios sociales, el gobierno ha apostado fuertemente por el extractivismo no sólo petrolero, sino también minero, así como por la expansión de otras actividades como el agronegocio. 

La única diferencia es que prevé que los beneficios no aterricen en manos de transnacionales, sino del propio Estado. Pero sin contar con los mismos medios que las transnacionales, pues el estado ecuatoriano no cuenta con todas las infraestructuras y maquinarias necesarias para llevar a cabo estas actividades sin echar mano de empresas privadas y muchas veces extranjeras. Una situación difícil y controvertida.

 Continuos intentos de acallar a la opinión pública, silenciar a los medios y criminalizar la protesta social, son cada vez más patentes. Más de 200 líderes sociales, campesinos e indígenas están sumergidos en procesos judiciales por haber elevado su voz en contra del modelo. Con un discurso prepotente y caprichoso, que fascina a unos y espanta a otros, el presidente repite hasta el aburrimiento los mismos argumentos: Que él es el más ecologista, y todos los demás son ‘ecologistas infantiles’. O fundamentalistas, así llama el presidente a quienes se preocupan por la naturaleza y la defienden en su país y fuera de sus fronteras. Que cuenta con “la constitución más verde de la historia de la naturaleza, (que) le da derechos a la naturaleza” [1]. Que apuesta por “la matriz eléctrica más eficiente y limpia del planeta” y que está trabajando en “energía renovable y limpia, millones de toneladas de CO2 que no van a enviarse a la atmósfera”. 

Pero la extracción de petróleo en la selva, crudo pesado y contaminante en el corazón de la Amazonía es una realidad en el Ecuador, que se ha convertido en una pesadilla salpicada de derrames petroleros y contaminación. Y la nueva decisión del presidente nos despierta del único sueño que quedaba. Por eso esto es lo que en la urgencia le pediría al presidente Correa que:

 -Deje el petróleo bajo tierra.
 -Cancele definitivamente la actual Ronda de concesiones petroleras
. -Respete la voluntad y los derechos de la población indígena y local
. -Respete los derechos de la naturaleza incluidos en la Constitución ecuatoriana.

 Las cifras:

 – 3.600 millones de US$ esperaba recaudar (la mitad del valor de las ganancias que dejaba de ingresar el estado). 

– 336,6 millones alcanzó a reunir entre dinero comprometido y recaudado [2].

 – Se estiman entre 846 y 920 millones de barriles de crudo en el Bloque ITT, un 20% aproximado de los depósitos de petróleo del país y equivalente a tan sólo la cantidad de petróleo que se extrae en el mundo en 9 días.