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Aldana y Dino, luego de presentar en Sta. Elena su proyecto Magia en el Camino, tomaron rumbo hacia la montaña sur de Ecuador. Después de estar unos días en Cuenca, llegaron a Vilcabamba. Aquí su experiencia:
 

 

“No coma con sal, deje el cigarrillo, afloje con el café y con el alcohol y relájese que ya no tiene 20 años abuelo, ¿me escuchó?”

 

“Si doctor”, contestó el abuelo.
Claro que si hubiese nacido en Vilcabamba, un pueblito al sur de Ecuador, esta conversación no se hubiera producido.
La frase del doctor, en caso de que lo visitaran, sería algo así: “cuídese al bajar de la montaña, no se vaya a tropezar… mire que ya no tiene 100 años, eh!”
 
No es que para llegar hasta esa edad los abuelos de Vilcabamba se cuiden mucho que digamos, sino todo lo contrario. Fuman, toman aguardiente, comen con sal y trabajan en las fincas hasta muy avanzada edad. Leen sin anteojos y hasta, a veces, ni tienen canas.
 
Si bien en Vilcabamba hay mucha gente de más de 100 años, algunos han llegado hasta los 130, hoy ya no son tantos los que alcanzan esas edades como antaño. Las cosas han cambiado para todos, incluso para ellos. ¿Será la globalización?
 
 
Apenas llegamos al Valle Sagrado y nos preguntamos que hacer en Vilcabamba, respecto a la presentación de nuestro proyecto pues el pueblo conocido por la longevidad de sus habitantes ¿y si también la hacemos para los adultos mayores? Era un nuevo desafío para Magia en el Camino…
 
 
El lunes temprano fuimos a averiguar en el gobierno local (la junta parroquial) qué posibilidades había de llevar adelante nuestra idea. La acogida de la propuesta no pudo ser mejor. Si bien sabíamos que estábamos contra reloj porque al otro día por la mañana partíamos rumbo al Perú, María realizó un par de llamados y resolvimos que ese mismo lunes, a las 4 de la tarde, en un colegio del pueblo, nos presentaríamos con nuestro Proyecto Sur. No sabíamos cuántos vendrían porque no todos viven en el casco principal del pueblo, muchos tenían que bajar desde sus casas en las montañas y no a todos se les pudo avisar.
 
Además del poco tiempo para la convocatoria, nosotros teníamos ciertos temores acerca de la aceptación que ellos tendrían de la magia. Ya habíamos tenido algunas experiencias donde la gente cree que la magia es brujería o hechicería, y por más que se lo expliquemos no quieren saber de nada. En una de nuestras presentaciones en la costa, la empleada de la hostería donde estábamos le preguntó a Aldana si el mago hacía “sorteos”, algo así como poder curar enfermedades o detectar si las hay. Aldana le respondió muy claramente que nuestra magia es pura diversión, pero aparentemente no se convenció, pues al rato cuando me vio, comenzó a persignarse. No la culpamos pero nos hubiera gustado que se animara a ver el show. Su temor le impidió poder cambiar de idea al respecto. Este tipo de comentarios ya habían aterrizado más de una vez en nuestros oídos y por eso, tratándose de adultos mayores y de un pueblo pequeño, era de esperarse una reacción de este estilo.
 
Pues señores… nos equivocamos… Asistieron unos 15 abuelos y abuelas (y luego se sumaron niños con algún adulto). Público salpicadito si se quiere. La charla, las anécdotas y las fotos dibujaban gestos de asombro en la cara de los abuelos. En tanto que los juegos de magia: risas y miradas entre ellos. Siempre con respeto mutuo, los minutos pasaron y la presentación llegó a su fin. Hubo muchos aplausos y, luego, cada uno de ellos se levantó de sus sillas y se acercó a nosotros para darnos la mano, un beso y agradecernos. No faltó ninguno. ¡Qué placer sentimos al ver el asombro y la sonrisa en sus gestos! ¡Que orgullo sentimos al saber que esperaron más de ochenta años para ver un pequeño show de magia y que tuvimos el honor de ser nosotros quienes se los regaláramos! Aunque estamos seguros que los regalados fuimos nosotros.

 

 
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