Cuentan nuestros abuelos, que de los frondosos árboles de tamarindo que existían en esa parroquia por donde se encuentra la ciénega de El Morro; salía, después de medianoche, una viuda con su enlutado traje, bailando con rápidos pasos, persiguiendo a los caminantes de aquelllos lares, los que, al querer cogerla , ella se les desaparecia como por arte de magia a una velocidad impresionante.
Era algo increible, pues nunca se dejaba ver la cara, estaba como loca por haber perdido a su marido.
Hasta que alguien superando el miedo, se le acercó sin que ella se percatara y le sacó el velo, pero !oh sorpresa!, su cara era una calavera. Desde aquella vez, al verse descubierta nunca más apareció por esos lares.
Narración : Jose Montalvan Dominguez (Octubre 1940. El Morro)
Extraído de Mitos y Leyendas de la Península de Santa Elena. Maria Alvarez, Sol Damerval