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Mientras países como Corea han instalado museos para recuperar la memoria en torno a las bebidas tradicionales, como es el caso del Museo de Jeonju, en otros países como Colombia, mediante la prohibición de bebidas alcohólicas tradicionales hace varias décadas, no se posee otros licores que los industrializados, muchos de los cuales provienen incluso de otros países para ser únicamente etiquetados en Colombia. En Ecuador también hubo la prohibición de la “guanchaca”, pero con el tiempo se levantó esta restricción, cosa que ha permitido mantener las tradiciones en cuanto a bebidas tradicionales, y que representan mediante una legislación que estudie el tema debidamente, un beneficio antes que un perjuicio, entendiendo que el consumo de alcohol es una constante de nuestras culturas.



Las diferentes chichas y bebidas tradicionales del país, como es el caso de la punta o “cañazo”, son parte del Patrimonio Inmaterial del Ecuador. No vamos a hablar de la historia de las chichas, pues es una historia emparentada con la introducción del maíz (Zea mais) a América del sur (hace 8.000 o 7.000 años atrás en la época neolítica o arcaica), pero vamos a recordar que:

“Hacia 1582 se registró la presencia de azúcar en San Juan de Chamato, a 7 leguas de Zamora de los Alcaides, en el oriente ecuatoriano (J. de la Espada, 1897, IV, 24). De modo que cuando los jesuitas entraron a empezar su misión evangelizadora en 1638, con la fundación de Borja, ya había caña entre los indígenas y se fabricaba miel localmente” (Figueroa, 1904, 92; 218).

“En jurisdicción de Quito había dos ingenios en 1573 (J. de la Espada, 1897, 111, 82) y 9 años después se contabilizaban ingenios en varios puntos del valle interandino hasta Loja”.

“La relación de Puerto Viejo de principios del siglo XVII es elocuente: «Hay un trapiche sólo de azúcar que lo trae un caballo y es de un particular que ocupa en él cinco esclavos no labra el azúcar en pilones, sino solamente saca la miel de las cañas; saca cada año cien botijas» (Torres de Mendoza, 1868, IX, 291)”[i]

Con estos antecedentes, tampoco pensamos encubrir el hecho de que la producción de bebidas alcohólicas (y la caña en particular) representó un fenómeno de colonización ante los pueblos indígenas que anteriormente acostumbraban consumir las bebidas de chichas de manera festiva o ceremonial, mientras que la cultura occidental ya tenía un trato comercial con este tipo de productos, y por ende, su consumo prescindía del calendario festivo o ceremonial.

Si bien estamos de acuerdo con el Gobierno Nacional en precautelar la salud ciudadana, es necesario crear políticas sobre el alcohol que no afecten las tradiciones en torno, hasta el punto de amenazar su existencia como lo fue en el ejemplo colombiano. Entendiendo que:

“El propósito de las políticas sobre alcohol es servir a los intereses de la salud pública y el bienestar social, a través de su impacto so­bre determinantes sociales y de salud, como los patrones de consu­mo, los entornos de ingesta y los servicios de salud disponibles para tratar a los bebedores con problemas.” (Babor et al. 2003 p7). 

Hoy por hoy, al menos en la regional competente a la provincia de Bolívar, la bebida alcohólica tradicional Pájaro Azul es asumida como un patrimonio. Otras bebidas como el “canelazo” es parte de la fiesta del Guápulo, de la cual ha sido cercenada este año. Eso no ha significado el No consumo de alcohol, sino que ha reflejado el beneficio que causa la redirección del consumo a los productores industriales.

Hay que recordar que la nueva constitución reconoce los valores patrimoniales y culturales de los pueblos y nacionalidades, y que por lo tanto se requiere de medidas que calcen al contexto cultural, dependiendo de la composición étnica, de las particularidades geográficas e hitóricas, ya que nos encontramos viviendo en un Estado Plurinacional e Intercultural Único.

Las medidas a tomarse entonces deben asegurar la salud de los ecuatorianos y ecuatorianas, pero también deben proteger nuestro patrimonio inmaterial. En ese sentido, vemos en esta situación una importante oportunidad para formalizar el expendio de las bebidas alcohólicas tradicionales con medidas que puedan beneficiar a sus productores, a fin de que la cantidad sea suplantada por la calidad, y en definitiva, fortalecer la cultura del “Sumak Kawsay” para evitar el exceso de los consumidores en la vida cotidiana, como en los feriados y momentos festivos.

[i] http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/puti/puti9a.htm
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