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Y yo por ser la primera
Cantemos con plenitud
Celebramos esta noche
San Juan y la Santa Cruz
Celebramos esta noche
San Juan y la Santa Cruz

Hace más de un siglo mi bisabuelo materno inició una fiesta en Membrillal – Jipijapa – al sur de Manabí – Ecuador. La festividad se denomina Los Juanes, como parte de la celebración, la noche del 23 de junio se realiza un juego denominado Gitanas, mujeres que cantan en honor a San Juan y a la Santa Cruz, echan suertes a los presentes y danzan con un toro y un torero negro que intenta tocarles los glúteos. (Diana Zavala)

La primera es la Miquita Consuelo, calculo que mide un metro 30, los ojos son dos puntitos  azul- verdes, es tan blanca, tan roja, tan pecosa. Es la Gitana Mayor de Membrillal, parroquia rural de Jipijapa, al sur de Manabí.  Es 23 de junio y en esta  la noche de San Juan ella comanda a las mujeres que este pueblo cholo llama gitanas porque echan suertes  y /o yegüitas porque bailan dando saltitos como potras.

La fiesta está armada en la cancha que divide por la mitad a  esta comuna de 255 viviendas. Junto a una capilla cuadrada  han parado las cañas guaduas y se han colgado gallardetes y luces multicolores.  Dentro de la capilla los habitantes adoran a un pequeño San Juan de yeso  y a una cruz de madera  con rostro y vestido de mujer, tan femenina que  luce aretes y hasta una peluca de muñeca.  Consuelo da su voz finísima  a las gitanas viejas y mozas que olvidan el canto mientras se enredan en  pañuelos. Todas visten faldas largas y  rojas, blusas blancas, sombreros de paja toquilla y  atado a la cintura llevan un caballito de madera, con campanitas.
Las gitanas- que nunca han escuchado el caló ni tienen nada de nómadas- abandonan la capilla y se dirigen al centro de la pista donde hay un toro elaborado con palos y cuernos reales, debajo está el hombre que le dará  vida. Con la soga lista espera también  El Negro, un cholo negreado con carbón que tiene la tarea de arrear a las yegüitas y de enlazar al toro para protegerlas de sus cuernos. Las mujeres rodean al vacuno y Consuelo Toala (la Miquita tiene apellido indígena) las arenga hasta que resulta una voz, como diría Rulfo, hecha de hebras humanas.
Se alistan las  guitarras para acompañar este juego que  se  realiza como un ritual hace casi un siglo  y que nadie sabe exactamente de dónde llegó  aunque es clara la influencia española  y andina;  en esta mezcla el elemento más llamativo es el negro. Algunos espectadores revisan sus  bolsillos, las gitanas -que nada tienen de adivinas- averiguan los nombres y apellidos de las personas a quienes echarán suertes: padrinos, madrinas, devotos y uno que otro forastero.
Embísteme torito bravo
Embísteme por una bala
La suerte que voy hacer
Es para la señorita Diana Zavala
Y achojo perrillo toro
Achojo que ahí viene el toro
La  gitana empieza a recorrer la pista bailando el alza que sale de las guitarras, las campanas del caballito que lleva a la cintura hacen tilín y el Negro le ayuda a esquivar el toro, para que cruce,  de vez en cuando intenta tocarle los glúteos.

-Toca negro.
-Atienta bien-,  gritan los espectadores.

Palermo, un fotógrafo que por primera vez pisa este pueblo ubicado a 12 kilómetros y 560 metros de Sancán (vía a Jipijapa) está encantado con las narices aguileñas de muchos habitantes. Con una amiga investigadora de culturas repiten: son auténticos manteños. También le sorprenden las carreras que a sus casi 77 años ejecuta la Miquita Consuelo, su ojo puesto en el visor no advierte el lazo que se acerca y que entra con facilidad hasta su cuello.  Mueve las manos como preguntando ¿y ahora qué? Le cuento que tiene que pagarle al Negro  para que lo liberen y que yo pagaré la suerte que me echaron cuando me den una presa.
-¿Una presa?
– Espera y verás.
Tilín, tilín, tilínnnn. Esquivando al toro y al Negro toca nalgas la gitana cruza la pista y reparte
La señorita Zavala
De mí no se ha de quejar
Le daré la costilla de mi toro
Para que pueda cenar
Y achojo perrillo toro
Y achojo que ahí viene el toro
***
La fiesta realizada el 23 y 24 de junio se conoce en Membrillal como Los Juanes. No sólo en  honor a San Juan (el predicador que bautizó a Jesús),  sino porque su primer mayordomo  se llamó Juan Idelfonso Reyes Santana, tras su muerte asume su hijo Juan Emilio Reyes Muñiz, quien muere en 1972.  El duelo duró dos años y desde 1974 hasta la actualidad organiza la festividad  su hermano Juan Idelfonso Reyes Muñiz,  un hombre colorado que se enrojece más cuando habla y que la firmeza de su palabra ha permitido que la fecha de celebración no cambie. En esta comunidad de mil habitantes  se baila y chupa en nombre de la virgen de Fátima,  San Alejo, Las Cruces, la bajada de los Reyes, pero no precisamente en el día que marca el santoral, lo hacen en  sábado para que puedan volver los que  migraron a Guayaquil y otras ciudades. De esto no se salva ni el festejo de aniversario parroquial.  Esto hace que Los Juanes sea una celebración neta de los lugareños, no hay turistas y por tanto no existen restaurantes ni lugares de hospedaje. Recién este año el Ministerio de Cultura se enteró de su existencia por invitación de un miembro de la familia Reyes que no se conformó con que esta fiesta quedara fuera del inventario que realizó el Ministerio de Patrimonio Natural y Cultural.

-Esto lo empezó mi familia, pero yo siempre digo: Pueblo de Membrillal esta es su fiesta  y  la fecha se respeta.  Todos los años me molestan que lo deje para sábado que ahí sí se llena el baile y yo digo vengan pues el sábado, atraviesen unas cañas, contraten la música, pero lo que es al santo lo festejamos 23 amanecer 24-, comenta enérgico Don Juan Idelfonso,  cada palabra es como si le llenara de sangre el rostro. Lo apodan Dicho.
Guillermo Reyes, hijo de Juan Emilio, relata que en los tiempos de la epidemia bubónica,  a los muertos se los llevaba a enterrar a Jipijapa porque  no había cementerio, cargar ataúdes por caminos de herradura era tan difícil que algunos quedaban en el trayecto. “Hasta que los habitantes de ese entonces cayeron en cuenta de que en el centro del caserío (donde hoy está la capilla) había un espacio de tierra bendito  y sepultaron a tres angelitos. El 3 de mayo de 1910 Manuel Reyes Santana festejó  allí a la Santa Cruz y en el mismo lugar y año su hermano Juan Idelfonso, que viene a ser mi abuelo,  realizó el 24 de junio la festividad de San Juan, pero sin el santo de yeso, solo con la Cruz presente. Recién en la década del 60  cambiaron la imagen de San Juan que hasta la fecha se venera. La Santa Cruz ya no se festeja sola el 3 de mayo, día en que según la historia fue encontrada la cruz de Cristo, sino cualquier sábado.

–    ¿Por qué visten a la cruz de mujer?
–    Porque es una Santa y las santas tienen vestidos. En toda casa hay una, hace mucho tiempo cuando había más monte que viviendas y el diablo andaba suelto ella era la máxima protección, por eso aún aquí cuando alguien muere en la casa del duelo se cuelga un trapo blanco con una cruz negra.
–    ¿De dónde vienen los Reyes, por qué son tan colorados?
Cuentan que mi abuelo, quien  inició la fiesta vino de Cuenca, yo creo que sus antepasados debieron ser españoles.
–     ¿El baile de las gitanas lo trajo de allá?
-Tengo conocimiento que ese baile lo hacían en el cantón manabita 24 de Mayo, quizá allá les llegó de la Sierra, en Membrillal  se hace desde  1912, puntualiza Guillermo, el único de los Reyes que tiene más claras las fechas.
Felícita, hermana  de Guillermo,  lleva más de 30 años animando la fiesta. Es quien micrófono en mano presenta a las gitanas, anuncia a los padrinos y madrinas, rinde cuentas  de los aportes recibidos que pueden ser 50 centavos, tres dólares, una sardina para la caña encebada, una gallina para enterrarla como parte de los juegos populares que anima el 24 de junio con la colaboración de nietos de su tío Dicho. También es colorada.
La fiesta es de todos sí, pero quienes toman al toro por los cuernos para que no muera es la familia.   La víspera de San Juan, a las siete y cincuenta  de la noche encontré en la gasolinera de Sancán a Jorge Luis Reyes, hijo de Don Guillermo. Llegaba de Guayaquil y fletó una camioneta con cajón de madera para que lo lleve a Membrillal. Él sabe que encontrar un carro que ingrese al pueblo, pasada la una de la tarde,  es cosa de la Divina Providencia.   Le pedí que espere un momentito para entrar con el fotógrafo que viajaba  en un auto desde Portoviejo y que no conocía el camino, argumenté que le daríamos un aventón. Le dijo al chofer que  en ese momento ya no necesitaba sus servicios. A los 20 minutos volvió a fletarlo, lo importante para él no era ahorrarse ocho dólares, sino llegar  a tiempo con su guitarra a la procesión, para eso y sólo eso pidió permiso en su trabajo donde es nuevo. Aguantó las cuatro horas de viaje que lo unen y separan de Manabí.
Por esos minutos de espera, Jorge  no alcanza a bañarse el cansancio. Se une a mitad de procesión, a los Reyes del Ritmo y sus  cumbias, guarachas, pasacalles o sanjuanitos.  Su padre alegra con la guitarra, junto a Pastor Barcia, su tía Felícita, su mamá  Solanda Zavala, Marzo Pincay y Anselmo Pincay  cantan y gritan: Viva San Juan, Viva la Santa Cruz y sus padrinos, Viva el Mayordomo.
Los devotos portan arcos de  papel de seda que exhiben en cartelitos la frase RECUERDO DE LA MADRINA. El prioste enciende cohetes en una botella que al explotar hacen aullar los perros. Padrinos y madrinas portan  las andas vestidas con flores artificiales.  Caminan con las velas derritiéndoseles en las manos, una madrina o padrino de San Juan y uno o una de la Santa Cruz (son ocho en total) realizan en sus casas velorios. En menos de una hora brindan canelazo, chicha de maíz (lo que más se cultiva en este pueblo donde más del 90 por ciento de habitantes se dedica a la agricultura), bailan al son de las guitarras.  Luego avanzan por las calles de polvo, en cada vivienda donde encuentran cirios encendidos, los Reyes del Ritmo  interpretan una canción. La gente se emociona  al ver sus santos llegar a la capilla. Las gitanas amarran los caballitos a su cintura.
***
Sin ser exclusivo el baile de las gitanas  también es asunto de familia, actualmente la cabeza  principal es la Miquita Consuelo. Este año, por ejemplo, entre las bailarinas constaban sus hermanas Margarita de 69 años, Teresa de 61, su  nieta  Gabriela Reyes,  de 17.
“Yo empecé a bailar a los nueve años,   mi hermana Olaya también gitaneaba, nos enseñó nuestra madre Luz Martina Reyes, nuestra  abuela Dolores Anathalia Muñiz que era mamá de Juan Emilio Reyes. Ellas fueron fundadoras de esto junto con Dorila y Carmen las hermanas de Juan Idelfonso, el primer mayordomo.  También gitaneó mi tía Petronila que ya falleció, las hijas de Juan Emilio y la señora Rosa Ele…”, interrumpo el relato de la Miquita antes de perderme en el árbol genealógico.
–    Siempre tiene que ser alguien de la familia.
–    No.
–    Entonces, ¿por qué no hay bailarinas ajenas a los Toala o a los Reyes?
–    Es que ya nadie quiere gitanear, yo invito, pero las muchachas tienen vergüenza.
–    ¿De qué?
–    De qué le toquen la nalga, pues.

No importa si es día, no importa si es noche, Anazario Reyes pasa largo en una cuja.  Está enfermito, dice su familia, porque se fumó la vida. Parece que por nacer  en 1912 le han colgado el cartelito: caducado.  Le hablo de Los Juanes y se le despierta la memoria, pide que lo ayuden a sentar .  “Yo me embadurnaba la cara y los brazos con tizna de olla, les tocaba el rabito, también hacía sonar las campanas de los caballitos diciendo que eran  güevitos. Los mirones me animaban ¿de dónde ha salido este negrito, acaso de Esmeraldas? Al final del juego los presentes me pagaban para que yo les permitiera bailar con una yegüita”
-¿Cuántos años participó como negro?
– Bastante que ya no me acuerdo, responde alzando los brazos, su hijo que nos observa  asegura que fueron más de 40.
-¿Y por qué se retiró?
-Porque las yegüitas mozas empezaron a matar la diversión del juego, no se dejaban tocar. ¿Y dónde van a sacar esto que le estoy contando?
-En una revista que se llama Mundo Diners
– Que sea rápido niña, porque ya pronto me acabo y quiero saber que la fiesta quedará escrita, que no morirá.  Anazario me apreta las manos, hace frío y las tiene calentitas.
***
Todas las gitanas han echado suertes.  Se dirigen al centro de la pista para matar al toro y darle a probar a los que no alcanzaron presas.
Y los señores mirones
De mí no se han de quejar
Le daré la menudencia de mi toro
El bofe y el cagalar .
Es casi medianoche,  San Juan y la Santa Cruz salen al último paseo identificado como la entrega porque padrinos y madrinas ceden sus puestos a otros devotos. Se  despiden bañándose con talco y fragancias,  en este rito la colonia de caballito es un clásico.

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