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La noche de las hojas

El aire en lo que es hoy la costa ecuatoriana; era en aquel tiempo, como ahora; tibio y con olor a sal. Las casas, aunque de apariencia muy ligera por el bahareque (caña con barro alisado) y techos de palma con las que eran construidas, también  tenían postes firmes, dejaban ver la luz que emanaba de un fuego suave y acogedor.

Sobre una canastita dulcemente colocada a su costado, descansan tres cosas: hojas de coca de un color intenso verde oscuro, un pequeño recipiente con llipta (polvo claro de cal o ceniza) y una espátula pulida.

La persona de más experiencia en ese grupo orienta con su amor y sabiduría a quienes se van uniendo alrededor del fuego. Sus manos separan las hojas con calma; escoge las que crujen sin romperse. Coloca algunas en la boca y las acomoda a un lado, formando el bolo en la mejilla. Con la espátula toma una pizca de llipta. La hoja “despierta”: el cuerpo suelta el cansancio, el hambre se aquieta y la atención se afina. Masticar coca hace miles de años en Ecuador no era escaparse del mundo; era entrar mejor en él.

Un niño mira la espátula que aún sostiene  el mayor, con los ojos abiertos muy atentamente; su abuela le va indicando el orden de los pasos mas con gestos y casi sin palabras.

Otro participante de este encuentro,  acomoda una estera tejida; otra persona, ajusta una atadura del techo de palma; para que el humo suba en hilos y no arda. Las casas alrededor son livianas y firmes: por dentro es un entramado de caña, cubierto por barro que se amasa con agua y paciencia. Si el viento arrecia o la tierra tiembla, la casa acompaña el movimiento; y después, se repara con lo que da el territorio de vida. Nada sobra, nada falta.

—¿Lloverá a tiempo para el maíz?
—¿Será buen día para viajar?
—¿Cómo acompañar a quien no logra dormir?

Las preguntas son claras. Nadie espera un trueno que ordene; las respuestas llegan como llegan las olas: una tras otra, pequeñas, hasta que el agua escribe una línea en la arena. La mejilla de varios se redondea: señal de que la hoja trabaja. Algunas personas dejan tres hojas en abanico sobre una piedra lisa; otras van ofreciendo a la tierra un pellizco del bolo. Es agradecer y pedir permiso a la vez.

Pasadas las horas se empiezan a ver los primeros colores del amanecer acompañados con olor a mar. Sobre una estera, manos jóvenes y viejas remiendan una red; otras empiezan a reparar un paño de bahareque con barro nuevo. En una bolsa tejida viaja también la coca, a la sombra, lista para el camino: unas hojas y una pizca de llipta hacen más corto el tramo difícil. La misma hoja que de noche abre la escucha, de día sostiene el cuerpo. Todo se teje como caña y barro en la pared, como fibras de toquilla en los sombreros y cestas: trabajo y consejo son, desde siempre para juntarse en la misma conversación.

Evidencias arqueológicas y etnobotánicas del uso de la hoja de coca en el Ecuador prehispánico.

Contenedores de cal (fase 4, ca. 2100 a. C.)

Se han hallado pequeños recipientes cerámicos para cal asociados a Valdivia Fase 4, evidencia directa del coqueo con activación alcalina.

Iconografía del “carrillo abultado” (Valdivia tardío, 1600–1500 a. C.)

Una figurilla tardía muestra la mejilla hinchada típica del masticador de coca, reforzando el uso simbólico/ritual de la planta.

Salango–Engoroy/Bahía (costa centro-sur, 600–100 a. C.)


En el complejo ceremonial de Salango se documentan recipientes de cal y cucharillas/“dippers”; el conjunto material vincula la masticación de coca con prácticas rituales y jerarquía social.

Altos andinos norte (Capulí, s. X–XVI d. C.)

 Piezas cerámicas con mejilla abultada indican la continuidad del coqueo en la Sierra norte ecuatoriana.

La hoja de coca ha cumplido, según los registros, una doble función que ha atravesado siglos. En la práctica, ayuda a mitigar el hambre y la fatiga durante jornadas largas de pesca, siembra o camino: el acullico —masticar lentamente con una pizca mínima de llipta (cal o ceniza)— sostiene el cuerpo sin desconectarlo del mundo.

En lo ritual, la misma práctica favorece la concentración y la escucha en consultas a los ancestros y a los lugares sagrados; se administra con respeto, en pequeñas dosis y dentro de un orden comunitario conocido (síntesis difundida por espacios como el Museo Casa del Alabado).

 

¿Por qué hoy casi no la vemos en Ecuador?


Aunque hubo cultivo y circulación de coca en épocas prehispánicas y en la Colonia temprana, su presencia se fue apagando por un entramado de factores: políticas coloniales contra las prácticas indígenas, cambios económicos que alteraron rutas e intereses, y en el siglo XX prohibiciones legales cada vez más estrictas que llegaron a proscribir el género Erythroxylum (la llamada “Ley de 1990”, analizada por Hirschkind, 2005, en Ethnobotany Research & Applications). El resultado: una planta antaño cotidiana y ritual pasó a ser, en gran parte del país, memoria material en figurinas, recipientes de llipta y relatos comunitarios.

 

PREGUNTAS FRECUENTES SOBRE EL USO DE LA HOJA DE COCA EN ECUADOR

La hoja de coca es una planta andina con varios alcaloides y uso tradicional; la cocaína es un alcaloide aislado y concentrado en tiempos modernos. No son lo mismo ni tienen los mismos efectos o contextos.

No. Es cal o ceniza tradicional en mínima cantidad; su función es alcalinizar la boca para extraer mejor los compuestos de la hoja, por eso se dosifica con espátula.

De forma temprana existe evidencia en la costa ecuatoriana: en Valdivia (Formativo) aparecen figurinas con mejilla abultada —señal de acullico— y recipientes asociados a llipta; hay indicios aún más antiguos de alcalinizantes en contextos precerámicos.

Por la mejilla abultada (bolo) y, a veces, por los útiles (recipiente de llipta + espátula); hay ejemplos claros en la cultura Valdivia.

Masticar lentamente hojas de coca formando un bolo en la mejilla y añadiendo una pizca de llipta (cal/ceniza) para activar sus compuestos.

En la Costa (Bahía, Jama-Coaque, La Tolita) y en el norte andino/piedemonte (Cosanga, Panzaleo, Capulí/Piartal), se registran imágenes de coqueros y útiles asociados.

Principalmente Erythroxylum coca var. coca (ambientes húmedos) y E. novogranatense var. truxillense (más secos), además de especies silvestres.

Principalmente Erythroxylum coca var. coca (ambientes húmedos) y E. novogranatense var. truxillense (más secos), además de especies silvestres.

Leyes modernas prohibieron el cultivo y uso de especies del género Erythroxylum; por eso hoy casi no se ve el cultivo, aunque la memoria permanece en objetos y relatos.

Bibliografía y enlaces recomendados

Bibliografía y enlaces recomendados

 

  • Museo Casa del Alabado (Quito) – Nota divulgativa sobre coca y llipta (usos rituales/terapéuticos; administración por especialistas). Museo Casa del Alabado

  • Bauer, I. (2019). Travel medicine, coca and cocaine. Trop Dis Travel Med Vaccines (acceso abierto): función de la llipta (cal/“ash”) y diferencias hoja vs. cocaína. PMC

  • The Met, “Coca chewer on bench” (Capulí) – Iconografía del bolo en la mejilla (Ecuador/Colombia), 800–1500 d. C. The Metropolitan Museum of Art

  • UNESCO (2012)Traditional weaving of the Ecuadorian toquilla straw hat (Patrimonio Cultural Inmaterial). PCI – Patrimonio Cultural Inmaterial

  • Hirschkind, L. (2005)The Enigmatic Evanescence of Coca from Ecuador (sobre prohibiciones y desaparición del cultivo en el país). Ethnobotany Journal

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