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La vida de los indígenas aislados, los más vulnerados dentro de una región históricamente sensible y abandonada, ha vuelto a existir para el imaginario ecuatoriano y del mundo, únicamente a través de sus muertes.

Es posible que como sociedad organizada podamos afrontar estas situaciones y evitar su extinción?

Afirmamos contundentemente que sí es posible hacerlo tomando medidas concretas, realistas y factibles:

– La inmediata desaparición de los generadores de energía de las petroleras y la sustitución de éstos por cableado y la reubicación a una distancia adecuada del territorio de los aislados. El uso de estos generadores en zonas sensibles no es sino un reflejo de la reducción de costos que realizan estas empresas en detrimento del entorno y sus habitantes, en este caso los indígenas aislados, pues su sonido espanta la caza y, por lo tanto, su alimento. La falta de sustento es una de las causas que hacen que estos pueblos nómadas se trasladen a otros territorios, entrando en conflicto con pobladores de otras zonas.

– Ejecutar una moratoria de entrega de licencias para nuevas actividades petroleras (exploración, sísmicas, pozos, etc.), para tala de bosques, o para cualquier obra de infraestructura.

– Detener la titulación de propiedades de tierras en zonas de influencia de indígenas aislados, pues implica un incentivo para el avance de un grave cambio del uso del suelo, afectando directamente al ecosistema de estos pueblos.

– La necesidad de pensar en planes para el retroceso de actividades externas (cultivos, viviendas, zonas de caza), una vez solventadas las anteriores propuestas.

– Es esencial la intervención para el mejoramiento de las condiciones de vida de la población local. En ese sentido, una de las claves está en la creación de alternativas económicas dirigidas a minimizar actividades como la tala ilegal y la expansión de la frontera agrícola.

Es urgente por parte de todos, sociedad civil, organizaciones sociales, no gubernamentales y Estado, preguntarse, desde la honestidad, por qué estas 5 propuestas son o no oportunas.

 Es imprescindible para pensar cualquier solución no obviar los Derechos Humanos – Individuales y Colectivos- ni toda su concreción a través de diferentes herramientas, directrices, reglamentos, normativas y planes -nacionales e internacionales- ya existentes para la protección de los Pueblos Indígenas en Situación de Aislamiento. También es básico tener en el imaginario colectivo tanto el Derecho a la Autodeterminación (el aislamiento es su opción y el contacto forzado violaría este derecho), como el Derecho al Territorio (clave como sustento de la vida).

Así mismo, es imperante que establezcamos un debate abierto y responsable sobre lo ocurrido: hacemos un llamado a la sociedad ecuatoriana para asumirlo desde toda su complejidad para intentar resolver el conflicto, algo que sucederá probablemente a medio-largo plazo pero que ha de ser tomando en cuenta, de manera responsable, desde este mismo instante, antes de que la supervivencia, contradictoriamente, se siga convirtiendo en muerte.

Los indígenas aislados han sido y siguen siendo despojados de su territorio. Exigimos el derecho de que los Pueblos en Situación de Aislamiento no sean también despojados de su Derecho a Vivir Aislados, ni de lo único que les queda: su Derecho a la Vida.

No somos Waorani. Ni somos indígenas aislados. Pero todas estas muertes que se vienen dando y se darán si no se asumen responsabilidades, también a nosotros nos matan.


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